sábado, 9 de agosto de 2008

Caerá rendida/o a tus pies...

Nunca fue fácil conquistar el corazón del ser amado. Hace algunas décadas, para hacer más sencilla (¿o más complicada?) tan ardua tarea se editaban este tipo de libros:


En el libro no hay datos sobre la fecha de publicación, pero sospecho que debe ser de los años 30. Aún así la ilustración de la cubierta presenta a dos damiselas de aspecto decimonónico. Y esta imagen representa bastante bien el contenido del libro.

"NUEVO SECRETARIO DE LOS AMANTES"
(O "Arte de enamorar y de ser afortunado en amores")
NUEVA EDICIÓN aumentada con un alfabeto de Sordo-Mudos y muchas nuevas cartas
PARÍS
CASA EDITORIAL GARNIER HERMANOS
6, RUE DES SAINTS-PÉRES, 6



INTRODUCCIÓN

¿Qué para quienes se ha hecho este « Secretario de los Amantes »? Para los apasionados, primeramente, puesto que son ellos los que escriben las cartas menos claras, después, para los tímidos, que con este libro podrán abordar resueltamente a la mujer que aman.
Perfectamente se comprenderá que en un volumen tan reducido como el que ofrecemos al lector no quepan todos los asuntos que a los amantes puedan ocurrir; sólo están incluidos los más corrientes, pero por poca que sea la instrucción de una persona, podrá con los modelos que aquí encuentre, haciendo en ellos las necesarias modificaciones, redactar fácilmente su correspondencia amorosa. Es más, aunque cualquiera de estos modelos se adaptase perfectamente a su objeto, deberá, sin embargo, introducir alguna variación que dé a la carta cierta originalidad.


El contenido es extraordinario, al menos para los tiempos actuales. Veamos algunos ejemplos.

En el primer caso, un joven caballero que se dirige a una señorita que vio por primera vez en el baile, con la consiguiente respuesta de la señorita:

Declaración a una señorita que se vió por primera vez en el baile.

SEÑORITA,
¿Quién puede ver tantos atractivos sin desear prestarles homenaje? Después que una feliz casualidad me hizo participar con V. los placeres del baile, sus gracias y talentos ocupan sin cesar mi corazón y mi pensamiento.
Dispense V., señorita... ¡Ah! si yo pudiese lisonjearme de que no le desagrado, con su permiso me atrevería a presentar a sus respetables padres la oferta pura de los sentimientos que deseo consagrar a V. para siempre.
Soy de V., etc..


Respuesta.

CABALLERO,
Debo responder a la lisonjera carta de V. que la voluntad de mis padres es mi primera ley.
Si he podido inspirar a V. un sentimiento tierno y delicado, puede comunicárselo, pues conozco el mucho interés que toman por mi suerte para no recibir de su mano el esposo que ha de fijar nuestra mutua felicidad...
Sobre todo, caballero, reflexione V. que los hechizos de la juventud pasan pronto, y que solamente las prendas del corazón son las que encadenan por toda la vida.
Espero pues que tendremos tiempo de conocernos.
Soy de V., etc.


Para el siguiente caso imaginemos que todo marcha bien, y luego de un tiempo la señorita en cuetión recibe la siguiente carta de su novio:

Un chulo a su querida.

SEÑORA,
Me tomo la libertad de asegurar a V. que es absolutamente necesario que se arranque los ojos o que yo haga lo mismo con los míos : es preciso que V. sea menos bella o que me vuelva ciego. Aunque mi pasión sea tan violenta como la de cualquiera otro amante, supongo que V. desea que no me ahogue ni me ahorque: crea V. que no haré ninguna de las dos cosas. Sería una prueba de no tener sentido común ni conocer el mérito de V., si yo manifestase la menor inclinación a dejar este mundo mientras V. permanezca en él. Si he de hablar francamente, señora, prefiero mucho más la felicidad de verla que la gloria de morir por V. : además de que he formado muy buen concepto de su talento para no estar persuadido que V. prefiere mucho más un amante vivo que muerto ; labios abrasadores dispuestos a dar mil besos, que labios fríos y cerrados para siempre.
Sin embargo, señora, si conviene que yo muera, la ruego me mate a fuerza de bondades, y no de rigores; prefiero mucho más morir en sus brazos que a sus pies. Si V. se hallase tiernamente inclinada a darme una muerte de esa clase, estoy dispuesto a recibirla al momento, y donde quiera; pero indíqueme V. el sitio y la hora, y no dejaré de ir al encuentro de mi bella homicida.

Soy de V., etc.


¡Es como para ruborizar hasta a la más clorótica de las amantes!


"Pendant Que Les Champs Brulent" por "Niagara". Pop francés de los 80.

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